Cuando las cosas no andan bien no culpes a Dios, porque somos nosotros los responsables de nuestras vidas y de lo que nos pasa directa e indirectamente; no vivas de forma apresurada como si el tiempo fuera a acabarse y se feliz, se feliz e irradia felicidad veras que tu mundo cambiará, hay cosas que envenenan tu mente y tu espíritu, no las hagas ni las busques solo traeran mal a tu vida.
Se sencillo, Dios ama a los sencillos de corazón, egoismo, envidia, rencor, avaricia, vanidad y desprecio son solo falta de fortaleza para reconocer los propios errores no cries a tus hijos con esos defectos.
¡Diles desde pequeños que existe algo grande que se llama honor, algo duradero que se llama virtud, algo que llena su vida de alegría aunténtica, que se llama conciencia limpia!; si así haces con ellos, te evitarás el humillante espectáculo de verlos un día, postrados adorando el ídolo del dinero, de la ambición y toda la triste degradación que ese diosecito lleva consigo.
Si tus hijos ven en ti inteligencia, voluntad, y cualidades que la naturaleza te dio pero al mismo tiempo te ven conservarte sencillo, discreto y con una modestia noble y sincera que viene del corazón; te evitarás crear pequeños seres llenos de orgullo que de mayores serían grandes monstruos llenos de soberbia y desprecio hacia los demás, ¡Que tus hijos vean en tu obrar, y hablar verdadera humildad, que procede de la fortaleza del que reconoce y rectifica su error o mal proceder y no de una actitud de debilidad!. ¡Que admiren en ti la fortaleza y valentía que se ejerce a la hora de pedir perdón, cuando la verdad y la justicia lo piden, y verás que se volveran tan nobles que en ellos será fácil y natural el saber pedir perdón también con esa misma nobleza y fortaleza!. En los hogares en que reina la generosidad y el valor inestimable de la virtud, no hay lugar para el materialismo egoista y destructor. En las personas en que haya una clara y noble concepción de la fortaleza e inteligencia de la humildad, el orgullo y la soberbia no existirán. En las familias en las que la comprensión y el perdón nunca hayan faltado, no sabrán lo que es el rencor.
El negro.
¡Diles desde pequeños que existe algo grande que se llama honor, algo duradero que se llama virtud, algo que llena su vida de alegría aunténtica, que se llama conciencia limpia!; si así haces con ellos, te evitarás el humillante espectáculo de verlos un día, postrados adorando el ídolo del dinero, de la ambición y toda la triste degradación que ese diosecito lleva consigo.
Si tus hijos ven en ti inteligencia, voluntad, y cualidades que la naturaleza te dio pero al mismo tiempo te ven conservarte sencillo, discreto y con una modestia noble y sincera que viene del corazón; te evitarás crear pequeños seres llenos de orgullo que de mayores serían grandes monstruos llenos de soberbia y desprecio hacia los demás, ¡Que tus hijos vean en tu obrar, y hablar verdadera humildad, que procede de la fortaleza del que reconoce y rectifica su error o mal proceder y no de una actitud de debilidad!. ¡Que admiren en ti la fortaleza y valentía que se ejerce a la hora de pedir perdón, cuando la verdad y la justicia lo piden, y verás que se volveran tan nobles que en ellos será fácil y natural el saber pedir perdón también con esa misma nobleza y fortaleza!. En los hogares en que reina la generosidad y el valor inestimable de la virtud, no hay lugar para el materialismo egoista y destructor. En las personas en que haya una clara y noble concepción de la fortaleza e inteligencia de la humildad, el orgullo y la soberbia no existirán. En las familias en las que la comprensión y el perdón nunca hayan faltado, no sabrán lo que es el rencor.
El negro.
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